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YO NO ODIO AL NIÑO DE ELCHE, PERO ME DA CORAJE

¿Sabéis esa gente archi-intelectual que dice que el arte no puede ser valorado en base al gusto personal y que hay unos supuestos criterios artísticos que se sobreponen a tu experiencia como espectador?


Pues esa gente me come él…¡Stop! Os pongo en materia antes de perder la compostura.


Imagen: www.teatroabadia.com


El otro día una buena amiga me invitó a ver la obra El Descendimiento, en la que el aclamado Niño de Elche se ha encargado de hacer, entre otras cosas, el diseño del sonido. La obra, dirigida por Carlos Marquerie, está basada en el poemario de Ada Salas, que a su vez se inspiró en el cuadro de Van Der Weyden. A ella, a mi amiga, le habían encargado hacer una reseña y me pidió que la acompañara por eso de que me mola el flamenco y tal… Tomé algunas notas que os transcribo literalmente antes de entrar a la crítica:


“No te empeñes en nada que no sea morir dignamente”. “Nada sobrevive a la muerte, menos lo que hemos llamado amor”. ¿A qué hemos llamado amor? ¿Cuál es el vinculo entre el amor divino y el amor erótico? ¿El amor implica sufrimiento? El sufrimiento toma diferentes cuerpos. Eso a lo que llamamos amor y el sufrimiento tienen la misma causa. "El tiempo es la raíz del sufrimiento" "¿Quién nos hizo personajes de este drama?" ¿Qué propone la provocación? El Niño de Elche experimenta con su instrumento hasta el límite del sufrimiento.


Hasta aquí incluso te podrían dar ganas de ir a ver la obra. Yo también las tenía cuando en el programa de mano leí…”Esta relación entre la palabra, la música y la pintura serán los pilares donde se asiente este tránsito de la palabra escrita a la escena”. Guau.


Podría ser todo y nada, esperaba cualquier cosa y sabía que el impacto sería fuerte. Aunque jamás me podría haber imaginado lo que esa hora y media de espectáculo me haría sentir en el cuerpo y en la mente.



Imagen: www.museodelprado.es


Yo no odio al Niño de Elche, pero me da coraje que el arte contemporáneo nos exija siempre un exceso de esfuerzo intelectual y se empeñe en arrinconarnos en la incomodidad.


Yo no odio al Niño de Elche, pero me da coraje que la soberbia de los creadores obligue al espectador a intentar entender sus cábalas mentales, a fuerza de exprimir su capacidad de análisis y que la sofisticación conceptual nos aleje de la simple armonía.


Yo no odio al Niño de Elche, pero me da coraje que un artista se considere transgresor cuando sigue usando la vulva como único símbolo del erotismo.


Yo no odio al Niño de Elche, pero me da coraje que la gente aplauda por compromiso, moda o sumisión.


Yo no odio al Niño de Elche, porque posiblemente mi único problema es que soy una ignorante.


Seré una ignorante de clase media que, después de trabajar 8 horas, busca en el arte un remanso de paz y armonía que no me obligue a conceptualizar el sufrimiento que ya vivo en mi día a día intentando llegar a fin mes.


Lo soy. Lo asumo. Ignoro la gracia o el gusto, de que una buena tarde de Miércoles, con el peso de media semana en la espalda y las ganas de Viernes en los oídos me sometan a ruidos disonantes solo porque los artistas no quieren quedarse en los límites de lo establecido.


Sueno a ignorante, lo sé, pero hoy quiero darme el privilegio de quedarme en mi butaca, en primera fila, como un ser ignorante que respira de tranquilidad cuando el Niño de Elche usa su voz, su imponente y hermosa voz, para cantar y no para vociferar. No pongo en duda que el ejercicio de exploración requiere de unas grandes dotes técnicas. Y más aún, no pongo en duda que como experiencia creativa él y su equipo encuentran razones para indagar en lo que no es bello. Pero mentiría si digo que me gustó la obra. Mentiría si aplaudo a un artista solo porque la élite cultural dice que tenemos que aplaudirle. Mentiría si digo que te recomiendo que vayas a ver la obra. Aunque no debes creer en nada que no hayan visto tus propios ojos.




Me gusta el flamenco y me gusta que con él se invadan y conquisten nuevas expresiones. Ví flamenco en la obra El Descendimiento, vi quejío en los sonidos guturales, en las llantinas y los gemidos emitidos por el Niño de Elche. Vi flamenco en su postura, en su contenido y en su corazón. El Niño de Elche usa el flamenco como materia de creación y eso es indudable. Pero no por eso debe gustarme. Y el arte tiene que gustarte. No hay mucho más que podamos debatir. No odio al Niño de Elche, pero me da coraje tener que decir que me gusta para no parecer una ignorante.


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