Somos de la opinión de que tras el machismo estructural se esconde, en muchas ocasiones, una homosexualidad reprimida e incluso una homofobia autocentrada (miedo a ser o parecer homosexual). Son muchas las mujeres que admiten que una de sus grandes fantasías sexuales sería tener relaciones con otra mujer. Por el contrario, los hombres se temen a sí mismos. Desconozco el motivo último de esta conducta, y no es el momento de hacer cábalas al respecto, pero me tomo la libertad de afirmar que la piedra angular de nuestro sistema patriarcal es el MIEDO.
A nuestro parecer el humor es uno de los mejores antídotos. Tiene mucho que ver con la experiencia de lo ridículo. La raíz etimológica de ridículo significa “lo que hace reír”. La risa espanta al miedo, eso lo saben hasta los niños. Sin embargo, la risa es un terreno pantanoso en el que es fácil saltarse los límites del respeto. Por eso, nuestra fórmula es sencilla para evitar conflictos: preferimos reírnos de nosotros mismos. Hacer el ridículo nos recuerda que en la vida cuanto más te ríes menos sufres, menos te preocupas y menos te asusta la incertidumbre. Si bien es cierto que ridiculizarlo todo nos puede convertir en una sociedad frívola, infantil y poco comprometida (¿os suena?, muy millenial ¿no?), nosotros estamos convencidos de que no hay que tomarse la vida tan enserio, y sobre todas las cosas, no tienes que tomarte a ti mismo tan enserio.
¿Cuántas veces os habéis descubierto saliendo de un delirio emocional que se os había ido de las manos? ¿Cuántos os habéis dado cuenta de que en el preciso instante en el que tu mente dice “no es para tanto” todo se calla, como si una tormenta hubiese terminado? En cuanto dejas de tomarte tan enserio todo lo que piensas o sientes, la vida es bastante más llevadera.
Reírse de uno mismo no es una actividad banal ni automática. Supone un gran esfuerzo mental y emocional. Requiere de una gran valentía, autoconocimiento y exploración de los estados anímicos. Reírse de uno mismo es enfrentarse al miedo a que otros lo hagan. La vergüenza, en la psicología occidental, es clasificada como una emoción social, es decir, surge de la interacción con otras personas y como una lectura negativa del yo. Sentir vergüenza acciona la necesidad de ocultarse (autocensurarse) por lo tanto está muy vinculada al miedo. En este caso, la amenaza que tanto nos asusta somos nosotros mismos. Construimos un personaje aterrador, al que nadie querría y buscamos ocultarlo en lo más profundo de nuestra mente, donde nunca nadie pudiera encontrarlo.
La comunidad LGTBI está muy en contacto con esta emoción, y salir del armario no es otra cosa que “hacer el ridículo”, no es otra cosa que decirse “no es para tanto”. Este esfuerzo mental y emocional supone una gran valentía, autoconomiento y exploración de los estados anímicos. Pero elles no son los únicos que deben salir del armario. Todos tenemos que exponernos más al ridículo, pues es la forma natural de inmunizarnos contra el miedo. Aislados, encerrados y ocultos no fortalecemos nuestra actitud. Al contrario nos retraemos y debilitamos. Salir, gritar y hacer el ridículo nos hará fuertes.
Este tiempo en que hemos vivido confinados, retornados al armario, aislados y débiles, a nosotros nos ha servido para autoexplorarnos. Y como no le tenemos miedo al ridículo hemos decido reírnos de todo grabando este videoclip. Para nosotros ha sido una revelación. Cuando todo el mundo fuera nos incitaba a sentirnos inseguros, asustados y cohibidos, decidimos reírnos, no de ellos, sino de nosotros por pensar que algo de lo que hay afuera pudiera hacernos daño. Confirmamos la hipótesis de que la realidad es una compleja red de interacciones que hay que interpretar, y que esa interpretación sólo depende de ti mismo. Nosotros decidimos pasar una Feliz Cuarentena, porque al contrario de lo que muchos piensan, la alegría no es un privilegio de clases. No tenemos trabajo. Posiblemente no lo tengamos en mucho tiempo. No tenemos futuro, porque seguimos siendo hijos de una crisis. Pero como tampoco tenemos miedo, al final lograremos sobrevivir.
La intención de esta obra fue aprovechar la gravedad de una situación social para relativizar las situaciones individuales. Es la representación audiovisual del tradicional “al mal tiempo buena cara”. Creamos a un personaje llamado Abrahunk, importamos elementos del imaginario gay masculino y los combinamos con una estética folclorista muy femenina. El humor transciende al género, pero puede hacer uso de él. Compusimos una letra que buscara ridiculizar (en el sentido de generar risa) los comportamientos que se habían generado como consecuencia del encierro. Sin embargo, a la mitad la canción da un giro. Ahora que teníamos al espectador riéndose de sí mismo, de sus propios comportamientos. Ahora que estaba relajado, porque se veía reflejado en nuestras palabras, aprovecharíamos para introducirlo en un mundo totalmente desconocido: la cultura gay masculina (de la que también nos reímos). Tendríamos a muchos hombres cis- hetero cantando a todas horas: “El Grinder me echa humo que están regalando culos”, haciendo apología de la homosexualidad. Quizás sea un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la masculinidad.
Con presupuesto 0 y recursos muy limitados le dimos forma audiovisual a una idea que nos persigue y que queremos que te persiga ahora a ti también. El hombre es un lobo para el hombre. Tú eres tu único enemigo. Nada fuera puede hacerte daño. La batalla ocurre dentro de ti. Pero tienes el arma más poderosa: ríete de ti mismo y acaba con el MIEDO.
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